sábado, 20 de junio de 2015

Sophie Calle | Double blind


Creo que me han presentado varias veces el trabajo de Sophie Calle. Esa, la que invitaba a extraños a dormir en su cama para fotografiarlos mientras dormían. Recientemente  me recordaron (de nuevo) este trabajo, y dediqué una tarde en la oficina a leer sobre ella. Leí sobre su tendencia voyeur, y después (con gusto) vine a darme cuenta de que esa cualidad la extiende a su propia vida.


Double blind / No Sex Last Night es el nombre de un film que hizo sobre su experiencia de viaje compartida con Gregory Shepard. 

(...) A documentary on intimacy since it is supposed to follow the evolution of a relationship that Calle hoped was an amorous one. The story, however, did not develop that way. Very quickly Calle becomes aware of what separates the two protagonists and the precariousness of their relationship, which does not grow deeper, contrary to expectations.

Esta descripción de Isabelle Papaloïzos me hizo patente la razón por la que el film había permanecido inusualmente resonando en mi mente olvidadiza. Lo que se ve en la pantalla es una serie de tomas de apariencia documental, registradas a cuatro manos. Sophie y Gregory llevaban diarios separados, y cada uno grababa separadamente su experiencia. Cuando leí este análisis del film en tanto que estudio de una relación amorosa, de donde extraje la cita que aparece más abajo, me asombró la capacidad de Sophie de volverse su propio objeto de trabajo, de sobreponer disciplinadamente un objetivo racional al torrente de sentimientos que han de haber transcurrido durante esa travesía.

Eso. Y luego, como no podía ser de otra manera, recordé mi propio viaje.

El montaje enfatiza, fundamentalmente, una sensación de vigilancia (ambos se preguntan qué estará pensando, anotando y grabando el otro); una actitud de ocultamiento (de lo que realmente tienen en mente) y una sensación permanente de incomunicación. Son reiterados los parlamentos al respecto: Greg dice “me pregunto qué está pensando. Ella nunca dice nada”; mientras Sophie intenta descifrar las situaciones “lo más divertido es que él está jugando solitario. ¿Será un emblema para el viaje?”.

Qué está pensando, nunca dice nada. Sé que yo me pregunté esto muchas veces. Quizá, pienso ahora, nunca me atreví a preguntárselo porque no quería recibir una respuesta alejada de mis expectativas. No sé si mi compañero de viajes llegó a preguntárselo, respecto a mí. Supongo que, a efectos de preservar una cierta dosis de emoción en mi vida, no lo sabré nunca. 

Tomamos muchas fotos durante esos meses, y también escribimos mucho. Los meses que duró nuestra relación constituyeron el viaje. El viaje de nuestra relación, o “nuestra relación fue un viaje”. Algunas imágenes las compartimos, y algunos escritos, también. Ya han pasado unos años como para considerar que algún recuerdo puede estar distorsionado, pero creo recordar que nuestra comunicación era mejor, o al menos más intensa, en los períodos en que estábamos físicamente separados. Luego, cada uno construyó su relato, pero no sabría decir si construimos uno juntos. Hubo momentos que ambos retratamos. Esa hamaca; el paseo en bici, en moto, a pie por tantas calles. Los letreros y los murales de las paredes. El amor, o lo que pensamos que era. Nosotros. 
Quizá algún día podamos ver todas las fotos, todos los escritos, y preguntarnos ¿qué estabas pensando?